Opinión: La casa de Dios de Samuel Shem
¿Alguna vez has soñado con ser médico? ¿Te gustaría que alguno de tus hijos lo fuera? En ese caso, quizás no es buena idea que leas La casa de Dios. Eso sí, si después de leer este libro tu vocación sigue intacta, no lo dudes, ser médico es lo tuyo.
Samuel Shem es el pseudónimo del psiquiatra Stephen J. Bergman, y en su primera novela, La casa de Dios, construye una historia cargada de sátira sobre los horrores y absurdos de la profesión de médico.
Con un estilo directo y cargado de humor negro narra cómo los internos de primer año de un prestigioso hospital enfrentan e intentan asumir la ingente responsabilidad de curar pacientes e, incluso, salvar vidas, en un trabajo que no admite errores.
Cada a uno a su manera intenta sobrevivir a la presión, los fracasos, los triunfos y el cansancio físico y mental, ya sea deshumanizándose, haciendo todas las pruebas y procedimientos médicos posibles, no haciendo nada en absoluto y, la mayoría, recurriendo al sexo con las enfermeras y al alcohol.
Por tanto, Shem da una visión nada glamurosa de la vida de los médicos, grotescamente divertida, y muy alejada de la imagen tradicional del «buen doctor». Retrata a los médicos como lo que son, seres humanos con virtudes y defectos como cualquiera. Y eso es precisamente lo más interesante del libro, que no suele ser esta una visión que tengamos a menudo.
El estilo narrativo de la obra es ágil, preciso, no deja que decaiga el interés ni afloja el ritmo en ningún momento. Desde el principio empatizas con el protagonista, cuya vida tiene mucho en común con la del propio autor, incluso cuando te horrorizan las experiencias por las que pasa o las decisiones que toma.
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