Lo que he aprendido de mis clases de piano
Los que me seguís en Twitter ya lo sabéis, desde hace unas semanas acudo un día por semana a un taller de Iniciación al piano en la Escuela municipal de Música de mi pueblo.
No es la primera vez que doy clases de música. En los primeros años ochenta, en el barrio de Madrid en el que crecí, una de las pocas actividades extraescolares que había eran las clases de guitarra y solfeo que impartían en la iglesia. Así que, aunque mi sueño era tocar el piano, esto se acercaba lo bastante y me apunté.
Durante cinco años acudí disciplinadamente a clase y practiqué, practiqué y practiqué para mejorar. Desafortunadamente, el único instrumento a mi disposición era la guitarra de mi padre, y era tan vieja que sonaba fatal.
Supliqué y supliqué a mi padre que me comprara otra, pero él, que siempre me daba todos los caprichos, una y otra vez se negaba.
Harta, un día recurrí a la ayuda de mi profesora para convencerle. Le pedí que comprobara por sí misma el mal estado de la guitarra y luego le explicase la necesidad de comprarme otra. Mi profesora tomó la guitarra, comenzó a tocar una canción y… Sonaba maravillosamente y yo cambié las clases de guitarra por clases de programación en Basic y el mundo fue un lugar mejor.
No puedo decir que la decepción fuera especialmente traumática. Durante cinco años disfruté tocando la guitarra, aunque los que había a mi alrededor no pudieran decir lo mismo. Además mi vocación era la de escritora y, sin que yo me diera cuenta, ya me había inoculado con el gusanillo de la informática.
Y no olvidemos que mi instrumento favorito no era la guitarra, sino el piano, así que me prometí que, cuando me jubilara, en vez de hacer ganchillo o dar de comer a las palomas del parque, aprendería a tocar el piano.
Al final ha resultado que no he tenido que esperar tanto, y a los 40 años he empezado a aprender a tocar el piano, y tras las primeras cinco clases ya puedo decir, sin temor a equivocarme… que se me da tan mal como la guitarra: carezco totalmente de sentido del ritmo, con lo que no doy a las notas la duración adecuada, y de oído, con lo que si me equivoco de nota, no siempre me doy cuenta. Por no hablar de que ya estoy cogiendo malas posturas, que me impiden pulsar correctamente las teclas.
Y ser una persona nerviosa no ayuda; a veces me pongo tan tensa en clase intentando acordarme de qué tiene que hacer mi mano izquierda, o cuándo viene la parte difícil de una pieza,o qué duración debe tener cada nota, que me tiemblan tanto las manos que tengo que parar a la mitad.
Bueno, pues a pesar de todo, disfruto cada segundo que paso al piano.
Ya sea en clase luchando porque mis manos interpreten correctamente las órdenes de mi cerebro, o en mi casa, agotada a última hora de la noche, repitiendo una y otra vez el Vals de los elefantes hasta que pasa de sonar horriblemente mal a simplemente fatal, no puedo dejar de sonreír.
Por supuesto, me encantaría tener un gran talento natural, y que lo que tocara fuera música para los oídos, y nunca mejor dicho, pero eso no me haría más feliz, porque yo disfruto del propio acto de tocar, independientemente del resultado.
Pero, después de contaros todo esto, aún no os he explicado qué es lo que he aprendido de mis clases de piano en relación con la escritura. Bien, pues lo que he aprendido es a perseverar, por el simple hecho de que escribir me hace feliz.
Y mi vida sería mucho más sencilla (pero mucho más), si lo dejara y me centrara en volver al mercado laboral antes de que sea demasiado tarde, aunque probablemente ya lo sea.
En fin, que cada día se me ocurren cien motivos para dejarlo, y uno solo para seguir: escribir me hace feliz. Duele, pero me hace feliz.
Si te gusta este artículo también pueden interesarte:
Pingback: Bitacoras.com
Pues olé tus narices, porque es mucho más difícil tocar el piano que escribir. Más incluso que la guitarra, porque en tocando ésta puedes hasta dar patadas, pero con el piano estás atada de pies y manos. No debe de haber muchos casos parecidos.
Y en cuanto a lo de escribir, pues yo lo veo más como un cobrador del frac que está y estará siempre a nuestras espaldas… No hay modo de quitárselo de encima, para bien y para mal.
Saludos desde Karlsruhe
De momento el piano suena mejor que la guitarra 😀 Y respecto a escribir como un cobrador del frac, la verdad es que incluso cuando he dejado de escribir por un largo periodo de tiempo, siempre acabo volviendo a ello, así que más vale no intentar luchar contra la vocación.
Muchas gracias por tus palabras. Un saludo.
Yo creo que lo has sabido siempre, lo que han hecho las clases de piano es darte una ocasión más para recordarlo. 🙂
¡Afortunada la gente que vive con una pasión! Y si, además, sabe disfrutar de (casi) todo lo que hace, doblemente afortunada.
Lo último en el blog de Molina de Tirso: Fiasco, de Stanislaw Lem
No te creas, a veces he «olvidado» que lo que más me gusta en la vida es escribir, pero siempre ha sido un error.
Y soy muy partidaria de tener alguna pasión en la vida, de otro modo la existencia sería aún más insufrible de lo que a veces es.
Un abrazo y muchas gracias por tu comentario.
Me recuerda a mis clases de ballet que he comenzado a tomar casi a los 30 años. Mis amigos se burlan de mí, y la verdad tampoco voy a ser una prima ballerina jamás, pero me gusta mucho aprender. Es entretenido y difícil, me distrae, me da un aliciente distinto. Mientras tanto, yo igual sigo volviendo a mi vocación de escribir, y a veces siento también que todo sería más fácil si renunciara a ello y simplemente volviera al mercado laboral formal, como tú dices. Pero maldita sea, ¡eso no me llenaría! Nos gusta la dificultad, ¿verdad? Como siempre, un gusto leerte.
Lo último en el blog de Carla Paola Reyes: Ella / Asesina (poesía)
Es curioso como la mayoría de la gente tiene sueños de ese tipo: tocar el piano, bailar, escribir, etc., y no hace nunca nada en esa dirección. Es como si lo dejasen para otro momento, para otra vida, pero no hay otro momento, sólo este.
Muchas gracias por compartir tu historia, un abrazo.
Leyendo esta publicación me has hecho recordar parte de mi historia muy parecida, y es que la música es mi pasión. Aprendí a tocar la guitarra a los quince años en curso de verano, luego continué tocando y aprendiendo por mi cuenta en mis ratos libres.
Pero siempre he tenido mucha inclinación por el piano y me compré un teclado hace mucho tiempo y aprendí de forma autodidacta, pero realmente me gustaría asistir regularmente a clases como tú lo haces ahora. Sería muy motivador para mi. Creo que me lo tomaré en serio y veré si encuentro algo por Madrid para asistir entre semana.
Gracias por tu post, me he motivado a desempolvar esa inquietud que la tenía medio dormida.
Suerte y éxitos con tus clases de piano.
Lo último en el blog de Juan Carlos Heredia Mayer: Reto HDR
Si tienes la oportunidad, apúntate. Yo he tenido mucha suerte al encontrar estas clases por la mañana, y no me ha dado más que satisfacciones.
Ya me contarás cuando empieces.
Un saludo y muchas gracias por tus palabras, me has emocionado.