Pesadilla naranja
Esto no puede ser real.
Soy un ciudadano libre, de un país libre, al menos sobre el papel.
Bien es cierto que en los últimos años los derechos civiles se han visto mermados por las malas decisiones de políticos arrogantes y vendidos a los poderes económicos, pero aún así, esto sigue siendo una democracia.
Y a pesar de todo, aquí estoy, atrapado en una cárcel, sin juicio previo, sin que nadie me haya dicho de qué se me acusa o cuánto tiempo durará mi condena.
Una cárcel naranja, porque ese es el color con el que cargamos aquí todos los presos.
Así es este sitio: cada día los presos naranjas somos sometidos a continuos e interminables interrogatorios, de la mañana a la noche, respondiendo a las mismas preguntas durante horas, reducidos a poco más que números.
Y entre interrogatorio e interrogatorio la tortura no cesa. Entonces la tortura toma forma de música, siempre la misma, que hacen sonar ininterrumpidamente.
Supongo que con ella buscan impedir que pensemos con claridad o descansar. Por no hablar de que la alegría de la tonadilla, en ese ambiente, resulta una burla cruel ante el abatimiento y la angustia de los que estamos atrapados en esa situación, acrecentándolos.
Y cuando la música te ha hecho perder la noción del tiempo, y eres incapaz de saber si han pasado unos minutos o unas horas, aparece un nuevo torturador a repetir el interrogatorio desde la primera pregunta. Porque nunca es el mismo torturador, supongo que para que no empaticen con los presos.
Me pregunto cuántos torturadores habrá en aquella cárcel. ¿Y qué contarán de su trabajo al llegar a casa? ¿Le dirán a sus padres, a sus parejas, a sus hijos que son torturadores, que es su profesión? ¿Cómo se justificarán?: «Es un trabajo», «Alguien tiene que hacerlo», «Si no lo hago yo, lo hará otro»….
O quizás nos echen la culpa a nosotros, los presos, que a fin de cuentas hemos terminado allí por reclamar nuestra libertad, por alzar la voz contra la opresión, por pedir que la ley se cumpla.
Porque lo más fácil sería mantener la cabeza gacha y someterse, soportar las injusticias como parte de la vida y no quejarse, como hace la mayoría.
Esa mayoría que siente simpatía por nosotros, los presos de naranja, pero tampoco hace nada por acabar con esta cárcel o con las otras parecidas que hay en todos los países.
Aún así no me someterán.
Seguiré luchando por lo que es justo, al precio que sea.
Y algún día me liberaré.
Algún día daré de baja mi adsl.
Buen relato. Me gusta 🙂
Y me ha hecho especial gracia la velada referencia a la compañía que te suministra el ADSL 😀
¡Buen trabajo!
Lo último en el blog de Pablo Blanco: Día 75: Empieza la corrección
¡Gracias! Al menos de toda la pesadilla salió un microrrelato, que hacía mucho que no escribía ninguno.
Un abrazo.
Pingback: Bitacoras.com
Estupenda alegoría del abuso al que nos vemos sometidos por las empresas de telefonía. Yo acabo de salir de una pesadilla morada (creo) O NO?? Tarifas abusivas al no cubrir la tarifa plana casi nada, miedo a darme de baja durante meses y enorme trauma al hacerla, además de la pasta que sueltas con tanto 902 y tanto dar largas. Pero ¿¡por fin soy libreeee!!
Así que te comprendo muy bien y es exactamente como cuentas, no has exagerado nada. Saludos
Lo último en el blog de Molina de Tirso: Un crimen casual
Yo no puedo cantar victoria, porque, aunque me han confirmado la baja, no sé si me llevaré alguna sorpresa en la última factura. De todos modos, mi consejo a cualquiera que esté atrapado en una de estas pesadillas, ya sea naranja o de cualquier color, es que denuncien en consumo. En el momento que lo hice todo fueron facilidades para darme de baja.
Es triste, pero es la única opción para hacer valer nuestros derechos.
Un saludo y gracias por tu comentario.
Cuando comenzaba a empatizar con el prisionero de Guantánamo, recibo un puñetazo en forma de giro argumental. Me ha encantado. Un saludo.
Muchas gracias por tu comentario y por el mensaje que me has enviado. Un abrazo.
Estoy de acuerdo con Alejandro R. Aunque pienso que los presos de Guantánmo cambiarían sus torturadores por los tuyos. ¡y eso que intentar darse de baja de estos es un verdadero suplicio!, en eso no te falta razón, chica. Buen relato con final sorprendente. Deja un sabor de boca agridulce.
Lo último en el blog de josep: El águila y la liebre (del origen de lo literario)
Al menos las pesadillas me trajeron inspiración después de mucho tiempo sin escribir microrrelatos. El que no se consuela es porque no quiere 😉 Muchas gracias por tus palabras.
Gracias a ti, por tus letras…
Lo último en el blog de josep: El águila y la liebre (del origen de lo literario)