Relato: Nervios
De una vez vomitó la comida, la merienda y la cena. Los nervios le podían. Iba a ser una noche larga, seguido de un día importante, uno de los más importantes de su vida, uno de esos días para contar o para ocultar, pero nunca para olvidar. Se jugaba tanto…
Su madre se empeñaba en tranquilizarle como si aún fuera un niño pequeño, y lo único que conseguía era ponerle más nervioso. Ella no entendía cómo eran ahora las cosas, cómo era la vida ahora, tan diferente a como era en sus tiempos. Como no lo entendían ni su abuela, ni su padre, que pululaban por su casa convertidos en fantasmas.
Por fin se hartó, y les gritó a que se fueran a la cama, y todos, vivos y muertos resistieron la tentación de afear su conducta, y obedecieron por no ponerle más nervioso.
Por eso a sus majestades no les quedó otra que ser especialmente discretos aquel año. Y construir una anécdota familiar y este cuento, mientras él daba vueltas en la cama despierto, protegido apenas por el fino manto de su inocencia.
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