Opinión: La última confidencia de Hugo Mendoza de Joaquín Camps
La vida del atractivo profesor de literatura Víctor Vega no pasa por el mejor momento: tiene que hacer frente a una acusación de violación por parte de un alumna y tiene una cuantiosa deuda pendiente con un mafioso. Apartado temporalmente de su labor docente, decide aceptar la propuesta que le hace la viuda del escritor Hugo Mendoza: investigar quien le envía cada tres de diciembre un nuevo manuscrito del autor fallecido y, si, a pesar de todas las evidencias, hay alguna posibilidad de que esté aún vivo.
Con la ayuda de su amiga Paloma, una extravagante experta en matemáticas, y de una monja de clausura que además es un genio informático, Víctor se irá enredando en un misterio que llegará a poner en peligro su vida.
Lo primero que sorprende al lector de esta novela es el hecho de que sea la primera obra de ficción de este autor. La trama es compleja y rica, el misterio que plantea engancha al lector desde el principio a fin, y eso es decir mucho teniendo en cuenta que la novela tiene más de 800 páginas. A pesar de la longitud del libro, la lectura es ligera y entretenida, entre otras cosas por el gran sentido del ritmo de la narración. Además la acción es trepidante, y tiene giros sorprendentes en los momentos adecuados.
En cuanto a los personajes, son numerosos, pero incluso los secundarios están bien perfilados. Por poner un pero, a pesar de que abundan los personajes femeninos, y estos son fuertes e inteligentes, el libro no cumple con el test de Bedchel del que os hablaba en mi anterior artículo, porque todas las conversaciones entre ellas tienen como objeto a algún hombre. De hecho todas orbitan como satélites alrededor de los dos personajes masculinos que dan lugar a la novela, Víctor Vega y Hugo Mendoza, aunque en ningún caso son los tres terribles estereotipos de los que os hablaba en ese mismo artículo.
La historia detrás del libro también me resultó muy inspiradora. En el encuentro con bloggers que organizó su editorial Joaquín Camps, que es profesor de universidad también, aunque ahí acaban las similitudes con Víctor Vega, nos contó que cuando se le ocurrió la idea de la novela, decidió escribirla por pura diversión, y de hecho la carpeta en la que guardaba los archivos se llamaba «Diversión». Una vez terminada, la dejo reposar un tiempo y, cuando la dio por acabada decidió enviársela a una agente literaria para que le diera su opinión, pero no a una cualquiera, sino a una de las más importantes, la misma que lleva a María Dueñas. Y creo que eso condensa un gran consejo para cualquier escritor: diviértete mientras escribes, y no tengas miedo de correr riesgos.
En resumen, La última confidencia de Hugo Mendoza es una de esas novelas que se leen del tirón, que entretienen y emocionan, con un sinfín de piezas montadas en un engranaje perfecto que arrastran al lector a lo largo de todas sus páginas.
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Sin duda, una estupenda novela
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