Opinión: Un árbol crece en Brooklyn de Betty Smith
Francie está comenzando a convertirse en una gran mentirosa. Claro que, cuando eres una adolescente que crece en el Brooklyn de principios del siglo XX, criada en el seno de una familia muy pobre con un padre bueno pero alcohólico y una madre endurecida por el sufrimiento, cualquier cosa que sirva para adornar un poco tu realidad es bienvenido. Así que para que sus mentiras no lleguen a convertirse en un problema, una de sus profesoras la recomienda que diga la verdad, y escriba las mentiras en un cuaderno. En ese momento, toma cuerpo su vocación por la escritura y encuentra hacia dónde orientar su búsqueda de su lugar en el mundo.
Un árbol crece en Brooklyn, más que una novela, es la autobiografía, apenas disimulada, de la autora Betty Smith, en la que narra su adolescencia, a través de la historia de los Nolan, una familia a la que salva el hecho de que son unos soñadores, incluso las mujeres, que a pesar de ser más prácticas, no dejan de aspirar a mejorar su propia vida y la de los suyos.
Fue publicada en 1943, y se convirtió en un bestseller en Estados Unidos. Poco tiempo después fue adaptada en un musical, y en 1945 Elia Kazan dirigió la versión cinematográfica, que fue galardonada con un Oscar.
La historia es aparentemente simple, una de esas novelas de «aquí nunca pasa nada», en la que en realidad pasan muchas cosas. El tono de la narración puede parecer un poco cursi o trasnochado a los ojos del lector actual, acostumbrado a descripciones morbosas de las miserias humanas, pero en realidad es una apreciación engañosa, porque estamos ante el relato pormenorizado de la crudeza de la vida en el barrio de Brooklyn en aquellos años, en el que no se escatiman los detalles de los claroscuros de la realidad que rodea a la protagonista. De hecho, aunque la obra bien podría clasificarse como una historia de mujeres, porque ellas son las que más protagonismo tienen en la novela, la autora no oculta el hecho de que ante situaciones adversas para todas, las mujeres tienden (tendemos) a volvernos las unas contra las otras, en vez de ayudarnos, mientras que los hombres, aun siendo enemigos, se unen frente al mundo.
Mención aparte merece la portada, Chica ante el espejo de Norman Rockwell (1954), que cuenta una historia en sí misma, y en la que vemos a una chica de la edad de Francie, que tiene a su lado los primeros maquillajes y en cuyo cuerpo intuimos las primeras curvas de mujer, contemplar en el reflejo del espejo la niña que está dejando de ser, junto a la que ha quedado abandonada una muñeca.
En resumen, un libro conmovedor y honesto, en el que las mujeres (y muchos hombres) que una vez fuimos adolescentes con vocación de escritores podemos encontrarnos a pesar de las distancias físicas, económicas y temporales.
Podéis descargar el primer capítulo en la web de La Casa del Libro.