Relato: Y por un rato el Dios sonríe
Rutinariamente, cambio sus pulseras identificativas, y Pepe pasa a ser Juan, y Juan a ser Antonio, y este Dios que me ha poseído se apacigua.
Y el de la infancia acomodada de provincias se convierte en golfillo de barrio, y el general laureado se queda en mecánico de taller, y el gay de pluma y bandera multicolor es padre de familia de misa y comunión diaria, y el que pierde un hijo por las drogas lo recupera como hija con dos carreras y tres niños.
Y por un rato el Dios sonríe.
Sólo tengo que acordarme de volver a poner las pulseras correctamente antes de que llegue la enfermera, no queremos tener un disgusto con la medicación.
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