Relato: Convivencia
—Las normas son muy claras —le dijo el humano a la mosca—, si no te posas encima de mí o de mí comida, no me importa que vivas aquí, pero si me incordias, te conviertes en mi enemiga.
El humano tomó de nuevo su libro.
La mosca revoloteó un par de veces alrededor de su cabeza y se posó en el respaldo del sofá.
Le observó unos instantes y después voló hasta su pierna.
El humano la agitó para que se fuera y ella saltó hasta su cabeza. Él la espantó de un manotazo, y ella empezó a volar frenética. De su pie saltaba a su camiseta, de esta al hombro, y vuelta a la pierna, al brazo, a la cadera, incluso a la mano que se agitaba en el aire persiguiéndola.
Así hasta que el humano se quedó quieto y ella se detuvo en su pierna. Se frotó las patas delanteras satisfecha, ahora saltar…
No podría decir qué le dolió más, el golpe del matamoscas o la incomprensión. Ella sólo quería jugar.
Tan real como la vida misma…. lo mucho que llegan a incordiar las moscas y lo poco que pensamos en que son seres vivos.
Sí, es evidente que lo he basado en hechos reales 🙂 En general con ellas practico el «vive y deja vivir», solo pido que respeten la comida. Eso sí, a las avispas les tengo la guerra declarada.
Gracias por leerme y comentar, un saludo.
Si es que lo venía venir. No hacía ni caso.
La verdad es que me ha gustado el relato. Y hacía tiempo que no publicabas ninguno en este blog.
Si es que son unas cansinas. Me alegro de que te haya gustado el cuento, es cierto que hacía mucho que no se me ocurría ninguno, pero este verano encontré la inspiración microrrelatista de nuevo. Espero publicar algunos más.
Gracias por tu comentario y un abrazo.
Pobre mosca; era esperable.
Me ha gustado tu relato; directo, cotidiano y con un buen final 🙂