Relato: Sola
Todo el mundo está muy orgulloso de ella. En los tiempos que corren independizarse a los 23 años es todo un logro. Su piso puede ser pequeñito, un quinto sin ascensor, pero es todo suyo.
Por eso no puede contar a nadie que pasa la noche aterrorizada por una presencia en su casa.
De día todo va bien, se convence que es sólo su imaginación, pero de noche, el miedo empieza a acecharla.
Se moriría de vergüenza si alguien supiera que cada noche, antes de acostarse mira dentro del armario, tras la cortina de la bañera y bajo la cama para asegurarse de que no hay nadie; que comprueba dos veces que todas las ventanas están cerradas, las persianas bajadas, la llave de la puerta echada.
Después se mete en la cama, tapada hasta la barbilla con las sábanas como si estuvieran hechas de un material blindado que la protegerá de cualquier daño.
Es absurdo, infantil, pero en el momento en que apaga la luz empiezan los pequeños ruidos, los crujidos y algo que suena parecido a una suave respiración. Su mente busca explicación para todo: el parquet que se encoge al bajar la temperatura, el vecino que va al baño, la última gota de agua que se escurre por el lavabo…
Finalmente contiene el aliento para asegurarse de que ese leve murmullo que parece una presencia ajena no es más que su propia respiración.
Hasta que el miedo se vuelve insuperable y ninguna explicación racional acaba con la certeza de que no está sola, de que alguien la observa desde un rincón del cuarto, quién sabe con qué intención, y ahogada en una mezcla de terror y vergüenza alarga la mano para encender una luz salvadora.
Pero esa noche está más torpe, sus manos se deslizan por la mesilla sin encontrar la lamparilla. Después recorre la pared buscando frenéticamente el interruptor, cada vez más nerviosa, cada vez más angustiada.
Y entonces, clara y profunda, oye una voz que pregunta:
— ¿Necesitas luz?
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¡Jolín, me pasa algo así y me muero de un ataque al corazón! La historia está bien, sobretodo al definir el miedo de la protagonista por sus actos y manías (muy descriptivo). Quizás el final es muy abierto, aunque comprendo que no pueda alargarse más por tratarse de un microrrelato.
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Ya sabes que me gusta jugar con los finales abiertos, para dejar que el lector continúe la historia: ¿será un fantasma?, ¿será un intruso?, ¿será su imaginación?, ¿sus intenciones son buenas o malas?, etc. De hecho lo primero que se me ocurrió fue la frase final, la idea de creer que uno está solo y oir una voz de repente.
Un abrazo y muchas gracias por tus palabras.
Me encantan los microrrelatos. «Tus» microrrelatos. En este, con tan pocas palabras, has conseguido meterme en la piel de la muchacha.
@cfisiocenter.
¡Muchas gracias! Me encanta que te encanten 😉 y me alegro de haber transmitido bien los miedos de la chica.
Un abrazo.
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