Relato: Vida nueva
Dos de los coches que transportaba un camión se soltaron aplastando el vehículo que los seguía. Y él decidió tener una epifanía.
Su coche no estuvo implicado, de hecho circulaba por el carril contrario, y tampoco fue una situación especialmente dramática, porque el conductor del otro vehículo salió por su propio pie. Aun así decidió tomarlo como una señal: la vida es corta, se puede acabar en cualquier momento, dejando tus sueños por cumplir.
Esa misma noche lo habló con su mujer y al día siguiente dimitió de su trabajo en el banco y se convirtió en escritor.
Él era un tipo metódico, no un niñato de esos que aspiran a escribir historias de vampiros enamorados o reinos de fantasía. Él sabía que la escritura era una profesión y como tal se lo iba a tomar. Nada de escribir sólo cuando la musa acudiera, o a tontas y a locas, sin un plan concreto.
Lo primero era organizar su espacio de trabajo.
Despejó de trastos el cuarto pequeño, y se pasó cuatro horas en Ikea eligiendo las estanterías perfectas y la mesa perfecta. La silla perfecta, lo más importante porque pasaría horas y horas trabajando en ella, no la encontró, así que en los días siguientes recorrió varias tiendas de mobiliario de oficina hasta dar con ella.
Le contrarió un poco que fueran a tardar un mes en enviársela a casa, pero todavía tenía que montar las estanterías, fijarlas a la pared, decidir la ubicación ideal de la mesa, montarla y colocarla.
La silla todavía estuvo dos semanas en un rincón del salón antes de poder ponerla en su nuevo despacho.
A continuación necesitaba hacerse con las herramientas adecuadas.
Primero debía decidir entre Mac y pc. El pc le resultaba más conocido, pero el Mac tenía un aspecto más artístico. También tenía que decidirse entre comprar ordenador de sobremesa y portátil. Mejor portátil, para cuando fuera a escribir a los cafés o a la sombra de un árbol en un parque, cuando dejaría que la vida cotidiana fuera su inspiración.
Y por último, tenía que elegir impresora de tinta o láser.
Tras analizar modelos, visitar foros especializados y comparar precios, por fin tenía el equipo perfecto. O casi. Por supuesto, aún tuvo que hacer una incursión rápida a una tienda de material de oficina para comprar folios, post-it de distintos tamaños, lápices, un sacapuntas eléctrico, rotuladores y marcadores de distintos colores, y libretas que llevaría siempre encima para apuntar ideas.
A continuación se le ocurrió que debía decorar su despacho para que fuera una fuente de inspiración. Se decantó por las portadas de sus libros favoritos, pero no era fácil encontrarlas en internet a una resolución suficiente, así que fue a comprar un escaner para hacerlo él mismo. ¿Cómo no se le había ocurrido antes? Ocupaba parte de la zona del escritorio que había destinado para escribir a mano, pero, en fin, seguro que le sería de utilidad.
Una vez las láminas estuvieron imprimidas, enmarcadas y colgadas, decidió que había llegado el momento de ponerse manos a la obra.
Eso es, era hora de prepararse mentalmente.
Él era un emprendedor y su carrera literaria era su empresa, así que comenzó a leer cuanto libro, foro y blog sobre emprendimiento y motivación cayó en sus manos.
Después se dio cuenta de que si quería escribir, no bastaba con estar motivado, y empezó a leer cuanto libro, foro y blog sobre escritura encontró. Pero eso no era suficiente, lo mejor sería apuntarse a un par de cursos de escritura creativa. Todas las profesiones se aprenden, por qué escribir iba a ser distinto.
También decidió abrir su propio blog; en todas partes decían que era una buena práctica antes de entrar en textos más serios.
Tuvo que elegir un dominio, decidir si usaba un servicio gratuito o un servidor de pago, elegir la plantilla, y los temas que trataría.
En resumen, iría poco a poco, haciendo las cosas bien.
Su carrera de escritor estaba en marcha, era evidente. Y a pesar de todo, algunas veces, en mitad de la noche, se despertaba con la horrible sensación de estar olvidando algo importante.
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Creo que todos nos hemos sentido, a veces, buenos procrastinadores. Incluso más que eso: auténticos profesionales de la procrastinación, verdaderos expertos de todas sus artes y todas sus áreas de especialización, que son muchas y muy variadas.
Por eso resulta tan acertado tu relato, porque no puede uno dejar de sentirse identificado y culpable leyéndolo en soledad y es muy divertido y cómico leído en compañía.
Enhorabuena.
Por algo este blog se subtitula «Procrastinando en vez de escribir», y este mes de septiembre estoy honrando el título, porque entre unas cosas y otras voy fatal.
Muchísimas gracias por tus palabras, me alegro de que te haya gustado.
Me ha encantado 🙂 ¡Cuánta razón!
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Muchísimas gracias por tus palabras, veo que somos muchos los procrastinadores. Parece que consuela 🙂
Un saludo.
Procrastinar puede ser todo un arte…
Y algunos (yo) lo practicamos con fervor 🙂
Muchas gracias por tu comentario. Un saludo.
¡Buenísimo!
Creo que muchos nos sentidos identificados. Personalmente, algunas de estas manías sí se han apoderado de mí cuando intento escribir. Es importante entender que la única forma de ser escritor y ser bueno en ello, es escribiendo, escribiendo y escribiendo.
Gracias por compartir esto, seguro que más de uno le caerá la teja y se dará la cuenta de que se olvida de lo más importante.
¡Un saludo!
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Me ha encantado tu frase «la única forma de ser escritor y ser bueno en ello, es escribiendo, escribiendo y escribiendo». Deberíamos tenerlo presente todo el tiempo.
Muchas gracias por tu comentario y un saludo.
Muy bueno. Completamente cierto. Creo que todos pasamos por esa fase. Pero algunos se quedan atascados en ella. Y todo por algo que dijo Terry Pratchett: «Hay mucha gente a la que le gustaría haber escrito». Por cierto, que cuando me acuerdo de ella, me siento culpable y se me quita la tontería.
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Qué buena frase la de Pratchett, me la apunto para los momentos de procrastinación aguda.
Un saludo y muchas gracias por comentar.
En todo el relato el protagonista no ha escrito ni una sola línea… Se ha preparado, pero… ha retrasado tanto el momento en lanzarse a escribir que al final… se ha olvidado de lo más importante. Me ha gustado, ¡un saludo!
Gracias, me alegro de que te haya gustado. La verdad es que es un problema en que caemos muchos escritores, pasamos más tiempo preparándonos para escribir que haciéndolo. Afortunadamente cada vez me ocurre menos. Un saludo.